La
simplicidad es el logro final. Después de que uno haya jugado con una cantidad
grande de notas, es la simplicidad que emerge como una recompensa del arte. –
Frédéric Chopin
La noche por fin había llegado después de un caluroso día estival, la luna con su blanca luz iluminaba parte de aquel oscuro mar, la brisa nos envolvía con ese aroma característico a salitre, la arena estaba fresca y el único sonido perceptible eran las olas al llegar dulcemente a la orilla.
Me
encontraba sentada sobre una roca con los pies cubiertos por aquella húmeda
arena y mirando al firmamento, las
estrellas que como pequeñas lucecitas iluminaban todos los rincones, me
recordaban que ellas estaban allí desde
el principio de los tiempos.
En
aquellos instantes la paz reinante me producía un infinito sosiego, no oía nada
que no fuera el sonido suave del mar, en esos momentos me pregunté porque los
humanos nos complicamos tanto las cosas, cuando en realidad la vida es tan
simple. Cada cosa tiene su lugar y nadie debería modificar nada de la
naturaleza, todo estaba en perfecta armonía, yo formaba parte de aquel paisaje
como un objeto más de un lienzo.
En esas
circunstancias ves la vida realmente como es, es decir, a través del amor. Todo
aquello que me envolvía estaba ahí para producirme un sentimiento de paz
infinita, no se necesita mucho para ser feliz, es como ya he dicho, todo es muy
simple, la felicidad que surgía desde mi interior era el reflejo de todas las
hermosas cosas que me rodeaban, en esa fabulosa noche de verano, en cada uno de
los seres que envolvían mi ser con esa aportación de cosas buenas.
La luna llena
hipnotizaba con su luz todas las cosas, el tiempo parecía haberse detenido. Con
cada bocanada de aire fresco que aspiraba intentaba absorber y retener aquel
instante, sabía que era único, que debía disfrutarlo intensamente. Era uno de
esos instantes que después recuerdas durante toda la vida, no por ser algo
importante sino por la simplicidad del momento, que en el fondo es lo
mejor.
Por un
instante cerré los ojos intentando escuchar algo que hasta el momento me
hubiese pasado desapercibido. Algunos sonidos llegaron a mi sin saber
exactamente quien los producía. Me sentí dichosa de poder disfrutar de todos
los sentidos que el cuerpo me ha regalado y que con las prisas del día a día
utilizamos sin disfrutarlos y sin ser conscientes del milagro que es la vida en
sí misma.
A medida
que pasaban las horas la brisa calaba más hondo en mi ser, el fresco de la
noche empezaba a sentirse y decidí entrar en la tienda de campaña, fuera la paz
permaneció sin ningún tipo de alteración.
Han
pasado más de treinta años desde esa preciosa noche de verano, pero cuando en
algún momento de mi vida surge algún contratiempo, me refugio en ese
recuerdo reviviendo ese día, permaneciendo
en mi espíritu esos instantes maravillosos.