miércoles, 23 de julio de 2014

LA SIMPLICIDAD DE UNA NOCHE DE VERANO


La simplicidad es el logro final. Después de que uno haya jugado con una cantidad grande de notas, es la simplicidad que emerge como una recompensa del arte. – Frédéric Chopin

 

La noche por fin había llegado después de un caluroso día estival, la luna con su blanca luz iluminaba parte de aquel oscuro mar, la brisa nos envolvía  con ese aroma característico a salitre, la arena estaba fresca y el único sonido perceptible eran las olas al llegar dulcemente a la orilla.

Me encontraba sentada sobre una roca con los pies cubiertos por aquella húmeda arena y mirando al firmamento,  las estrellas que como pequeñas lucecitas iluminaban todos los rincones, me recordaban que ellas  estaban allí desde el principio de los tiempos.
En aquellos instantes la paz reinante me producía un infinito sosiego, no oía nada que no fuera el sonido suave del mar, en esos momentos me pregunté porque los humanos nos complicamos tanto las cosas, cuando en realidad la vida es tan simple. Cada cosa tiene su lugar y nadie debería modificar nada de la naturaleza, todo estaba en perfecta armonía, yo formaba parte de aquel paisaje como un objeto más de un lienzo.

En esas circunstancias ves la vida realmente como es, es decir, a través del amor. Todo aquello que me envolvía estaba ahí para producirme un sentimiento de paz infinita, no se necesita mucho para ser feliz, es como ya he dicho, todo es muy simple, la felicidad que surgía desde mi interior era el reflejo de todas las hermosas cosas que me rodeaban, en esa fabulosa noche de verano, en cada uno de los seres que envolvían mi ser con esa aportación de cosas buenas.
La luna llena hipnotizaba con su luz todas las cosas, el tiempo parecía haberse detenido. Con cada bocanada de aire fresco que aspiraba intentaba absorber y retener aquel instante, sabía que era único, que debía disfrutarlo intensamente. Era uno de esos instantes que después recuerdas durante toda la vida, no por ser algo importante sino por la simplicidad del momento, que en el fondo es lo mejor.   

Por un instante cerré los ojos intentando escuchar algo que hasta el momento me hubiese pasado desapercibido. Algunos sonidos llegaron a mi sin saber exactamente quien los producía. Me sentí dichosa de poder disfrutar de todos los sentidos que el cuerpo me ha regalado y que con las prisas del día a día utilizamos sin disfrutarlos y sin ser conscientes del milagro que es la vida en sí misma.
A medida que pasaban las horas la brisa calaba más hondo en mi ser, el fresco de la noche empezaba a sentirse y decidí entrar en la tienda de campaña, fuera la paz permaneció sin ningún tipo de alteración.

Han pasado más de treinta años desde esa preciosa noche de verano, pero cuando en algún momento de mi vida surge algún contratiempo, me refugio en ese recuerdo  reviviendo ese día, permaneciendo en mi espíritu esos instantes maravillosos.

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